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miércoles, febrero 18, 2009

Cada vez menos se tienen conversaciones entretenidas con las personas; la gente habla, muchas veces, por hablar, y otras tantas sin ninguna capacidad crítica, entendida como una forma de ser en el mundo, más que como una reacción llana y rudimentaria.
Uno de los temas que , precisamente debido a ello, menos se toma, es el de la novela en particular, las narrativas en general, en tanto productos humanos ajenos a las grandes promesas de la modernidad, pertenecientes, mas bien al remoto y misterioso pasado entraañable que nos sacó de nuestra condición animal , para transformarnos en seres dotados de habla pensante.
La novela esconde secretos poco visibles, literalmente hablando. Sus escondites son más reconditos que los de las otras narraciones, como el habla, por irse al extremo de la demostración, aunque tiene importantes limitaciones al momento del encuentro del ereignis (acontecimiento, en alemán), del otro, no de este. En fin.
La novela es poco leída. poco entendida. Su conocimiento, más bien su información , sus datos, sus fenómenos son oscuros, incluso para quién la lee.
Esto, que podría llegar a ser frustrante, sin embargo no lo es, porque uno no se da cuenta.
La frustración empieza donde la palabra muere.

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